4 de febrero de 2014
10 de julio de 2013
Hemingway, Bukowski, tú.
Con las mujeres me pasa como con la literatura.
Al final,
siempre vuelvo a la que de verdad me gusta.
23 de junio de 2013
El vendedor siempre insiste dos veces.
De repente me ha invadido una enorme tristeza y tenía que escribirla para darle una vía de escape, pero supongo que cuando te invaden pretenden todo lo contrario.
Si no abriera la puerta cada vez que llaman dos veces. «Será importante», me digo, pero nunca lo es. Ahora ya no abro. Hago ruido y desde fuera pueden oír mi descaro y mi rechazo y, al cabo de un rato, dejan de insistir en molestarme.
Nadie llama para darte una alegría. Todos vienen a pedirte algo. Y, a pesar de todo, «el interés que uno despierta en la gente no dura mucho». La mayoría se vuelven al prestarles la sal. Nunca se quedan a vivir, pero no les importa pedirte la sal o la pimienta tantas veces como les permita tu dignidad. A veces te la piden a ti, a veces al de al lado. Fírmame aquí. Cómprame esto. Y se olvidan de ti, y con el tiempo, tú de ellos.
¿Y si la gente empezara a llamar desde el otro lado de la puerta, hacia afuera? ¿Respondería alguien?
Tal vez la vida y las relaciones con la gente sean como una labor comercial en la que uno llama a tu puerta para venderte algo y tú lo compras o no. Pero uno nunca sabe qué persona tras la puerta comprará tu producto. Tampoco si hará uso de él por el resto de su vida o, siendo realistas, por algunos años o meses.
A lo mejor por eso hay optimistas y hay pesimistas. Los primeros te dicen que ser comercial es un trabajo como otro cualquiera y que se puede llegar muy alto con esfuerzo; los segundos, que es un trabajo de mierda en el que te tienen explotado por una miseria y en el que sólo los lameculos con labia ascienden. A menudo los primeros son los ilusos y los que se manejan bien vendiendo cosas. Yo, la verdad, nunca he sido un buen vendedor porque, personalmente, si algo no me gusta, prefiero que no me insistan en que sí me guste. Será que la empatía no tiene lugar en una transacción comercial.
De ahí que me digan que siempre lo hago mal en estos casos. No creo que así sea, pero me engaño un poco infantilmente cuando digo «la culpa es siempre de los demás». Y los demás están de más hasta que tirando la puerta abajo para darte una alegría demuestren lo contrario.
3 de junio de 2013
La vida es un toro.
La vida no es una mierda, es un toro al que hay que agarrar por los cuernos para ir sobreviviendo. Si no lo haces, quizá sobrevivas a algunos intentos esquivándola y recortándola a base de veloces golpes de cadera.
Puede que prefieras huir de ella, corriendo poseído, porque te compraste unas zapatillas nuevas y con ésas eres más rápido. Pero al final es mentira, una ilusión, y la vida siempre te acaba embistiendo sin piedad, sin un atisbo de duda.
Con suerte pasará con sus seiscientos kilos por encima de ti, pisoteándote y elevando polvo. Pero lo más normal sería que una vez que estás en el aire tras la primera embestida, ella quiera rematarte y te cornee repetidamente hacia arriba obligándote a dar vueltas como si fueras un muñeco de trapo sobre sus pitones mientras el público exclama emocionado y unos pocos intentan salvarte y te llaman héroe mientras te mueres desangrado.
Hay quien recién salido del hospital vuelve a enfrentarse al toro. Parece que disfrutan con el olor del ruedo, la sangre brotando, la adrenalina, el vulgo coreando la postrera muerte sin saber muy bien de quién. La masa que una vez acabado el circo regresará a su casa para seguir con su monótona vida. Pase lo que pase.
A veces a mí me gustaría dejarme atropellar, inmóvil, por esa mole negra e insensible con tal de ahorrarme algunos años hacia ese destino inevitable. Que me hundiera con sus cuernos en la barrera. Escupir sangre por la boca, tocar su cabeza incrustada en mi pecho, unas últimas palabras que a nadie le importan. Pero ni siquiera tengo valor para eso.
Es de noche, hace frío en primavera, soy ligero, una brisa que rasca la piel me desplaza sobre la arena en la dirección que marca cada cornada. Duele, pero no termina de matar y lo que no me mata es la inercia, llevándome de aquí a allá, a la deriva, acunándome en un vaivén de frustraciones que alimento cada noche de domingo con este plato de cobardía incurable que infecta cada parte de mi ser.
30 de mayo de 2013
Sálvese quien pueda.
No, no quiero salvar a nadie. A menudo, las personas siguen con su vida después de que las hayas salvado de lo que fuera que les atormentase. A veces es peor y te arrastran en su caída sorbiéndote las emociones, como un vampiro en medio de un agujero negro. Así que nadie me pida que le salve. Tampoco iba a hacerlo. Que cada uno se rescate solo, como pueda.
8 de abril de 2013
Hasta la próxima despedida.
Quiero, pero
a lo mejor ya lo lloré todo en tiempos peores.
¿Y si ahora no hay nada más que eso?
Sequía
en las entrañas,
en los recuerdos e ilusiones.
Sequía
en todas partes.
Miro por la ventana y pienso
que si la tostada siempre cae
por el lado de la mantequilla
por una mera cuestión de peso,
quizá un ser humano se estrelle de cabeza
por una mera cuestión de insoportable dolor en el pecho.
¿Y si ya lo he llorado todo?
Quiero, pero,
ahora, acurrucado entre las sábanas,
pienso también que tal vez
este abril no será lluvioso.
2 de abril de 2013
10 de marzo de 2013
Responder con otra pregunta para eludir una pregunta.
«Desde que empezó a expresar lo contrario de lo que sentía, sus mentiras le procuraron más éxitos con las mujeres que cuando les decía la verdad»
Yo, que siempre no he sabido qué responder a preguntas como «¿te gusta?». Piden sinceridad, pero por mucho que las respondas con cariño y empatía que no, que ese collar nuevo que le han regalado no te gusta, se enfadarán. Y así hasta con las preguntas más importantes.
Hace tiempo que pienso que no saber mentir no es una virtud, por mucho que me sienta bien por dentro al decir la verdad. Hace tiempo que pienso que esta actitud dubitativa ante el dilema de no querer mentir y tener que hacerlo para no herir a los que quiero es un mal don. Este mirar para otro lado, este rascarse la nariz, este taparse la boca, bajar el volumen de la voz a medida que se miente a los demás, pero no a uno mismo.
Las mentiras pesan. Quizá por eso hoy que estoy más solo que nunca también me siento más ligero y a gusto conmigo mismo que nunca. Es duro reconocerlo, pero más duro es darse cuenta de que las mentiras, además de pesar, matan mucho menos que las verdades más sinceras.
Que se lo digan a este hueco vacío en la cama o a este eco en el lado izquierdo del pecho que a duras penas se llena con buenas películas y libros de grandes como Ernest Hemingway.
Domingo, 10 de marzo de 2013, 1:38
21 de febrero de 2013
Epitafio.
19 de febrero de 2013
Arrugas en la frente.
25 de enero de 2013
23 de enero de 2013
20 de septiembre de 2012
19 de septiembre de 2012
28 de junio de 2011
La vida es una continua búsqueda.
No hay sentidos de la vida generales a todo el mundo. Cada persona tiene el suyo o anda en su búsqueda. Razones de existencia hay tantas como flores diferentes. Hay deseos importantes y caprichos banales.
Un capricho para mí es poder tener un Lamborghini Gallardo. Pero lo que realmente deseo es poca cosa en su cantidad, pero gran cosa en su valor. Deseo poder viajar a todos los rincones del mundo. Deseo que las relaciones con los que quiero (familia y amigos) y su salud sean lo mejor posible, muy buenas. Deseo ser buena persona y así actúo: trata a los demás como te gustaría ser tratado. Y te deseo a ti.
Razones de existencia hay miles y yo sé que tú eres la mía. Das sentido a todo lo demás. Eres vida en sí, en esencia. Haces crecer el amor en mí. Y el amor es la sangre de la vida. Si él fluye, el mundo gira.
El odio es destrucción para ti y los que te rodean. No odies. Ama en negativo. Las cosas más bonitas de este mundo se han hecho por amor a alguien o algo.
27 de febrero de 2011
Un poco más, un poco menos.
La experiencia está sobrevalorada. Con los años sólo sabemos un poco más, sólo nos duele un poco menos. Cambian las personas, cambian el mundo y las circunstancias, cambiamos yo y nosotros, pero no nuestras emociones. Seguimos tropezando con las mismas piedras, seguimos pinchándonos con los mismos clavos y curándonos con remedios que en potencia son la misma enfermedad. Nos pasamos la vida buscando una supernova entre miradas que anhelan encontrar lo mismo en otros ojos. Ahogados de amor, ansiamos un beso de aire fresco, una diana en la que clavar nuestras alegrías y deseos, un blanco para todas nuestras muestras de afecto, una fuente de la que manen todas nuestras ilusiones. Buscamos un tú para ser nosotros, buscamos un uno para ser dos. Y es que al final del camino vital, nos damos cuenta de que hemos nacido incompletos, de que lo único que queríamos era ser un poco más porque nos tiramos más de media vida siendo un poco menos.
20 de febrero de 2010
Sentido del gusto (¿y tú qué sabes?).
El gusto se tiene probando
15 de noviembre de 2009
14 de noviembre de 2009
8 de noviembre de 2009
Vuelve, por favor.

Quisiera que sintieras que no me he olvidado de ti. Que me escuches, que me leas las letras, los labios:
4 de noviembre de 2009
Juegos de niños.
No es por ti, es por mí que lo necesito. Que me he olvidado de lo que se sentía. Que perdí la memoria entre tanta tontería y no sabía cómo volver a esos momentos. Que pasaron los años y caducaron mis ignorancias... No lo hago por sentirme mayor, lo hago por sentirme un poco más pequeño.
Yo no soy como los demás. No bebo para olvidar. Te bebo para recordar. Para recordar cada sonrisa que tuve y que ahora se me reflejan sólo en aquellos que ríen por todo y lloran por nada, aquellos pequeños grandes felices ignorantes, esos que no saben lo que tienen ni lo que les espera. Tampoco les preocupa y por eso les envidio...
Hay quien no me entenderá y dirá que sólo hacíamos el tonto y yo le digo: "¿Tú te sentías tonto/a?"
[Patadas] a un balón, saltos sin sentido, [peleas] de dedos, imaginación al [poder], [lágrimas] por juguetes, y 1,2,3 al escondite inglés, y habla chucho que no te escucho, y sile , y nole, y repe, y cruci, y cuento hasta cien deprisa, y noventa y nueve, ¡y cien!, y ¡Voy!, y [carreras] a ninguna parte...
Sólo tú me haces sentir educado sinvergüenza, aunque sea mínimamente...
Gracias...aunque sé que, si te uso demasiado, acabaré rompiéndome...