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28 de diciembre de 2013

Los hombres tristes.

Papá es un hombre triste. Y como hombre triste deprime con sólo una mirada, con sólo unas palabras. Incluso con una sonrisa. Incluso cuando no pasa nada triste.

Estamos en el coche de papá triste. Volvemos a nuestra otra casa. Es domingo por la noche y en la radio suena Michelle, de los Beatles. Estamos todos en silencio y papá triste decide cambiar de emisora justo cuando la locutora de voz con tono dominical está diciendo:

— … y como broche de oro a Rubber Soul en esta serie sobre los grandes discos de los Beatles tenemos esta canción de la que John Lennon dijo que fue su primera canción real. Hay conflicto en la autoría, ya que Paul asegura que la melodía es creación suya…

— No. Deja ésa, la de antes. Me gusta esa canción.

— … pero lo que está claro es que esta oda a su ciudad, a Liverpool, es una bella canción y una de las mejores del grupo. Buenas noches, esto es In my life.

There are places I remember
All my life though some have changed
Some forever not for better
Some have gone and some remain
All these places have their moments
With lovers and friends I still can recall
Some are dead and some are living
In my life I've loved them all

El silencio inunda el coche gélido en esta noche de noviembre. Cruzo los brazos para meter las manos bajo las axilas de mi abrigo. Tengo la mirada perdida. Papá triste gira a la derecha hacia una calle estrecha.

But of all these friends and lovers
There is no one compares with you

Un coche blanco se para en el medio. Pone las luces de emergencia. No podemos pasar. Por un rato no ocurre nada.

And these memories lose their meaning
When I think of love as something new

Un hombre negro sale del asiento del conductor e intenta abrir la puerta de atrás. Se atasca. Papá triste se impacienta.

Though I know I'll never lose affection
For people and things that went before

El hombre finalmente abre la puerta y empieza a desabrochar la silla de un bebé. Del asiento del copiloto sale una adolescente. El conductor le pasa su hija pequeña a los brazos de su hermana. Otro niño pequeño sale del coche. Y papá triste se enfada:

— Joder, no podía ponerse a un lado, tiene que hacerlo aquí en todo el medio y que no podamos pasar. ¡Que no es el único del barrio!

I know I'll often stop and think about them

Nadie en el coche contesta. Sigo observando cómo el hombre negro se despide de sus tres hijos y nos hace un gesto de disculpa antes de reanudar la marcha.

In my life I love you more

Tiene el coche roto por detrás. De repente, me pongo muy triste. “Hay belleza en lo triste”, me digo.

In my life I love you more

— Adiós, papá.

— Que paséis buena semana.

— Igualmente.

Subo a oscuras la escalera que me lleva a casa. Mi hermana sube por el ascensor. Ha sido un fin de semana duro. Ayer me sentí como Holden Caulfield.

Papá es un hombre triste y yo que escribí esto creo que también.

Mamá dice que los hombres tristes mueren solos porque nadie quiere estar con ellos.

No quiero ser un hombre triste, mamá.

A veces la vida nos acaba convirtiendo en quien no queremos ser, hijo.Foto 01-11-13 18 15 38

15 de agosto de 2013

Si le quito la cara a este amor.

Estoy sentado en el sofá de tu casa. He cogido la guitarra y suenan cuatro acordes de una canción de mi grupo favorito. Mientras te vistes te oigo cantar conmigo desde la habitación. Me escribes que te gusta despertarte así. Sonrío y sigo tocando. Me siento pleno cuando me acaricias el pelo.

Estoy enamorado, sí. Pero creo que si le quito la cara a este estado del alma seguiría sintiéndome así. De eso me di cuenta con el tiempo. Enamorarse del amor. Veinte recuerdos que bien podrían haber sido iguales con cualquier otra persona. Qué más da el nombre de esta paz deliciosa. Una brisa en primavera y cada enredo nocturno entre las sábanas es lo que no se me olvida. Compañía fiel y cómplice, ya no sé si existe alguien capaz de ofrecerla.

En el fondo estuve solo mientras estuvimos juntos.

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«Te quiero. Eres muy buena conmigo. Pero debo irme. Y no sé exactamente por qué. Estoy loco, supongo. Adiós»

5 de abril de 2013

Un eterno mayo.

—Córtalos más pequeños.

—Pero si son pequeños.

—¿A ti te parece eso pequeño? Imagínate a una señorita metiéndose en la boca ese pedazo de trozo de tomate.

El jefe de cocina se quedó mirándome comprensivo, pero sin perder la seriedad típica del que manda. Me imaginé a una chica joven, bien vestida y peinada pinchando con el tenedor el trozo que acababa de cortar y tratando de introducirlo en su boca de labios carmín y, la verdad, no era una imagen para nada agradable, aunque lo primero que pensé fue en un erotismo idiota producto de mi cerebro masculino. Inevitable. Asentí y corté los tomates en trozos más pequeños.

Al terminar mi jornada de trabajo, mientras volvía a casa en el coche, me pilló una caravana en la autopista y empecé a darle vueltas a lo que me había dicho el señor Deineau. Recordé los desayunos de capuccino y cookies con Marta en aquellas mañanas tras haber pasado la noche juntos en su casa. Me acordaba especialmente de una de las mañanas. No fueron demasiadas, pero ésa aún la conservaba en mi memoria, aunque es posible que a estas alturas ya la hubiera idealizado.

Recordé cómo los rayos del sol entraban por la ventana. Ella se despertó primero. Mientras nos desperezábamos decidimos darnos un baño juntos antes de desayunar. Fue al servicio y abrió el grifo. El ruido del agua cayendo inundaba toda la casa. Marta aprovechó para ir a hacer algo a la cocina mientras yo simplemente miraba a mi alrededor tapado y desnudo bajo las sábanas de la cama de sus padres. Estábamos solos y yo era feliz, o por lo menos, medio feliz, o quizá me creía feliz y realmente no sabía si eso era ser feliz —la mosca siempre revoloteó detrás de mi oreja más o menos cerca—. Después de unos minutos en los que Marta vino a besarme y decirme que era una marmota y que me levantara ya de la cama, decidí dejar de remolonear, me incorporé y fui a ver el nivel del agua en la bañera. Perfecto. Temperatura también. Cerré el grifo y fui a buscarla a la cocina.

En la bañera nos sentamos el uno frente al otro. Nos masturbamos mirándonos a los ojos y cuando el agua se empezó a poner fría nos frotamos con jabón suavemente con las manos. Nos secamos con las toallas y salimos del baño. Ella estaba realmente apetecible con el albornoz así que empecé a besarla, la tiré a la cama sobre él, reímos, hicimos el amor y al 1364303992terminar, extasiados, hablamos de cosas banales mientras intercalábamos miradas al techo de la habitación y a nuestros ojos. Y creo que era feliz. Ahí, mientras el sol me acariciaba el lado derecho de la cara, ahí, apoyado en el lomo de su juguetón perro, pensé que quién pudiera vivir en un eterno mayo de paseos de la mano por el parque mientras todo lo bueno nace y la primavera te salva la vida.

Aunque ahora que lo pienso, hace tanto tiempo de aquello que sería injusto por mi parte no deciros que eso no fue un sol de mayo, sino nada más que un marzo demasiado soleado.

***

«Cuando Jan finalmente volvió a casa —una semana más tarde— me acusó de haber estado con una mujer, porque todo estaba tan limpio. Me atacó muy airada, pero era sólo una defensa para ocultar sus remordimientos. Yo no podía comprender por qué no la mandaba de una puñetera vez a la mierda. Me era inexorablemente infiel. Se iba por ahí con el primero que se encontraba en un bar, cuanto más guarro y miserable fuera, mejor. Continuamente utilizaba nuestras peleas para justificarse. Yo no dejaba de repetirme que ninguna mujer del mundo era una puta, sólo la mía»

12 de febrero de 2013

El porqué de los libros.

Un buen día le comenté a mi madre que me gustaría poder leer a gran velocidad para conseguir leer todos los libros interesantes del mundo que hubieran sido escritos desde que existe el arte de la literatura. Yo y mi ansia por conocerlo todo. Ver todas las buenas películas del mundo, viajar a todos los rincones del mundo, leer todos los buenos libros del mundo, escuchar toda la buena música del mundo. Tantas buenas cosas en permanente crecimiento y tan poca vida para disfrutarlas.

Entonces mi madre me respondió que a ella también le gustaría leer como Número 5 en ‘Cortocircuito’, pero que entonces se perdería la magia. Al final las personas dejarían de leer porque los libros perderían la noble capacidad de hacernos desconectar de la vida en los malos momentos.

Del guantazo de lucidez nació el porqué de los libros.

1 de agosto de 2012

Fue bonito mientras murió.

Quitando las horas de dudas rasgándome las entrañas fue bonito.

Esas conversaciones más o menos profundas tumbados en la cama o en el sofá, en el césped de un parque, sentados en un banco de otro parque, en el bus o en el Metro… todas esas conversaciones me llenaban.

Darnos la mano y entrelazar nuestros dedos al hablar o al caminar, besos a modo de interrupciones cariñosas, preguntas que te lanzaba al aire, preguntas que me hacías y yo esquivaba con otras preguntas-respuesta hasta que llegaba un punto en la conversación laberíntica en el que discutíamos por una tontería filosófico-moral y terminábamos por esquivarnos también la mirada, pero sólo un rato porque al final nos queríamos, o al menos eso parecía, y no podíamos reprimir las ganas que teníamos de volvernos a besar y abrazar y de reír con tus payasadas a veces y las mías casi siempre, como ese hombrecito dedos al que le encantaba escalar por todo tu cuerpo. Me mirabas raro cuando entraba en acción, pero sabía que en el fondo te hacía gracia y terminabas dándome la razón con una sonrisa que me encantaba o con tu risa, que me sonaba a música.

Olvidaré muchas cosas concretas, como ya las he olvidado, pero no olvidaré lo que me hacías sentir. Como primer gran amor no estuviste mal. Me mataste y amaste a partes iguales, sólo que me mataste demasiado pronto por primera vez y ya fui a remolque el resto del tiempo. Y es que la confianza es como la virginidad: una vez la pierdes, ya no hay vuelta atrás.

En fin... Odio que me digan "en fin".

KeithAnitaa

1 de agosto de 2012

7 de enero de 2010

Aquel día 3.

"No seas bobo. Vete ya que sino te vas a empapar".

Eso fue lo último que me dijiste aquel día 3.

Recién despierto estaba el año, llovía y yo no tenía paraguas. El tuyo era rosa y lo compartimos toda la tarde, agarrados de la mano, paseando por las calles, yendo a todos lados y a ninguna parte. Me daba igual, era simplemente tu cercanía lo que me hacía sentir bien. No necesitaba nada más.

Paramos en algún banco de ese parque. Estaba mojado como todos los demás y no querías sentarte. Pero eso también daba igual. Lo hicimos. Hablamos de todo y de nada, de mí y de ti, de nosotros y de ellos. Reímos por reír y por no llorar. Nos hicimos fotos... Salíamos un poco feos, pero eso tampoco tenía importancia.

Llegaba la hora de despedirnos y llovía más que antes. Nos levantamos de aquel banco mojado y caminamos hacia tu casa. Vivías lejos, pero aún así te tenía cerca. Me sentía afortunado y me daba igual andar contigo, y a la vuelta sin ti, sin paraguas y bajo aquel diluvio. A mitad de camino el semáforo se puso en rojo para nosotros. Quería acompañarte pero tú decías que no. Me hice el remolón. En el semáforo un hombrecito muy majo parpadeaba en verde y nosotros aún agarrados bajo el rosa.

“No seas bobo. Vete ya que si no te vas a empapar”.

Eso fue lo último que me dijiste.

Te di el paraguas y un beso que decía “hasta pronto”. Te observé cruzar, me di la vuelta y me puse a mirar al cielo con la que estaba cayendo. Sí... Eso también daba igual. Regresé sonriente a mi casa. Veinte minutos reprimiendo cantos y bailes bajo la lluvia.

Todo era como en una de esas películas cursis que solo ves enamorado para llorar y desenamorado para llorar más. Todo iba bien. Pero ahora aquel banco mojado está podrido, como otros tantos, y ese beso no volvió pronto; y las fotos, y el paraguas, y el semáforo, y los coches parados en el semáforo, y la gente de dentro de los coches parados en el semáforo, y los recuerdos de la gente de dentro de los coches parados en el semáforo, y nosotros abrazados bajo un ridículo paraguas rosa parados en el semáforo que estaba en los recuerdos de la gente de dentro de los coches parados en ese semáforo, todos, se difuminaron, se borraron y se perdieron como lágrimas en la lluvia porque no hubo pronto, porque no hubo cerca, porque no hubo un nosotros. Y eso, amor mío, eso no dio igual.

30 de octubre de 2009

Allí...

He vuelto a aquel lugar... Allí dónde se cruzan nuestras vidas, allí por dónde paseamos juntos por última vez, allí dónde se encontraron nuestros pasos, allí dónde se separaron nuestros destinos... El último lugar que me recuerda a ti... ese puente para dos cortado para siempre...

5 de marzo de 2009

Palabras olvidadas.

Frases, palabras que creyeron ser escuchadas
pero solo fueron ignoradas.

Frases con sentimiento (pena, ánimo, dolor, risa, amor...)

Momentos de reflexión, de espontaneidad, de metáforas, de poesía.

Momentos alegres, momentos dolorosos.

Palabras meditadas y luego ofrecidas sin cobro, sin precio, como enseñanza.

La misma enseñanza que nunca acaba, la mía propia, la de la vida, la de las duras etapas y fases continuas como un ciclo.

Palabras que cayeron en el olvido. El despertar de la realidad inundada de mentiras, de hipocresía, de falsedad.

(inicio)

Fuiste una etapa más de este jodido y real proceso de aprendizaje.

Ahora lo que quiero es dejar de aprender y disfrutar de lo aprendido, conociendo lo pasado y viviéndolo en el presente y futuro.

(de lo vivido)
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