9 de agosto de 2012

Obsolescencia programada (III)

El verano fue una excusa para lavar y curar con sal las heridas y para tratar de empaparme y mojarme, pero sólo me tostó las ilusiones. Cáncer de pecho y sin ganas ni de cáncer ni de quimio ni siquiera, a veces, de palmarla.

Pasaron los meses y, con tanta radiación y tanto frío en soledad, cogí una neumonía mental y quise volver a saber de ti, que la mosca ya no me importaba tanto porque ahora me sentía Spider-man.

Así que me até 50 kilos de dinamita al torso y salimos a pasear por la ciudad con muchas dudas y esta vez me injerté el detonador bajo la piel para prevenir. Te hacía el amor o lo que fuera ya eso lo justo y suficiente para que no pareciera intencionado el uso de mis nuevos superpoderes. Te quería hacer sufrir por detrás como tu cuchillo en mi espalda para que supieras lo que se siente. Más tarde, acabé sucumbiendo a mi idealismo crónico y enfermizo.

amanteguisante

Un día salimos a cenar y al llegar a casa, entre jadeo y orgasmo, me arañaste la espalda para quitarme el detonador. Como hombre, yo no estaba a lo que estaba, y hasta que no eyaculé, no sentí la metralla en lo que me quedaba ya de alma: la mitad de la mitad de la mitad de la mitad.

Pasé unas semanas preguntándome qué coño me había pasado, qué coño me había aniquilado vilmente. Finalmente, me sacaron por la puerta de atrás de la plaza, muerto de heridas, cornudo de por vida.

tormentadeverano

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