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21 de diciembre de 2012

Aeropuertos en diciembre.

«Ten siempre más proyectos que recuerdos, es la única forma que conozco de mantenerse joven»

Qué cosas los aeropuertos.

Y qué lástima que en estos tiempos que corren, la frase “como en casa en ningún sitio”, no tenga sentido. Que Javier se vea obligado a mudarse a ochocientos metros de la rue Mouffetard; que Elena tenga que subirse a un bus en Oxford Street para trabajar en lo que siempre ha querido; que mamá llame a su pequeño día sí, día también preguntándole si hoy se ha puesto el tres cuartos, bufanda, gorros y guantes incluidos, que allí en Quebec hace mucha rasca, que sí, mamá, que no hace falta que me llames todos los días, que da igual el dinero, hijo, y papá al lado, escuchando, preocupado por que su hijo se haga un afortunado hombre de provecho y no le ocurra lo que a él, que para un hombre de cincuenta y dos años el paro es como una indigna sentencia a muerte; que hermanita, te echo de menos; que si te has echado novio allá en Berlín; que aquí en Estocolmo son todos muy introvertidos; que la cerveza aquí se bebe caliente; que echo de menos el verano en Cádiz; que qué pasa chavales, que a ver si quedamos para liarla como cuando éramos jóvenes y el dinero era la menor de nuestras preocupaciones, que estamos pensando en ir todos en febrero y así nos enseñas Amsterdam, y su noche, cabrón.

Que qué nudo en la garganta.

Pero entonces llega la Navidad y los valientes regresan a casa. No cabe un alfiler frente a “Arrivals”. Decenas de pares de ojos esperan ansiosos y expectantes a que por la puerta automática aparezcan sus pequeños y pequeñas grandes héroes y heroínas.

Mamá está nerviosa. Ha hecho un cartel donde pone “Marta Fernández Izquierdo”. Papá se ríe de la tontería de su mujer. ¡Como si Gabriel se fuera a fijar en cartel! Pero apenas hace nada más porque está mucho más nervioso que ella aunque no lo exprese. La pequeñaja no para quieta. Pregunta y pregunta cuánto falta para que salga Rubén. Y David, que ha tenido la suerte de no tener que abandonar su hogar para ganarse la vida, no para de mirar el reloj esperando el momento en que la campeona de su hermana aparecerá con la mirada perdida tras la puerta para salir a gritarla ¡Natalia, aquí! y darla el abrazo que más tiempo llevaban esperando ambos.

Y ese momento llega. La escena es conmovedora. Corren y caen las lágrimas, como al otro lado de la terminal, donde el resto del año se puede leer “Departures” y la tristeza en los ojos de las familias. Pero hoy la sal es dulce. Es tiempo de contar las experiencias, de dar besos y abrazos, de volver a ver a los amigos, de comer y cenar con la familia, de salir al cine o a dar una vuelta por Preciados, Sol y la Plaza Mayor, que las luces y Cortilandia son siempre las mismas, pero como las luces y el Cortilandia de Madrid, en ningún lado. Y por supuesto, es tiempo de hablar con ilusión de que ya por fin te gusta tu trabajo, o de que por lo menos lo tienes y quizá algún día también sea el de tus sueños. Corren las lágrimas y también el champán. Hoy es Nochebuena y mañana Navidad.

Y es que estas fechas son para estar con los tuyos. Y no hay que pensar en los que hoy ya no están y antaño estuvieron, hay que ver más allá, en los ojos de los niños: la ilusión del regalo, la panza de Papá Noel, los tres Reyes Magos subidos a camello. El espíritu de la Navidad es el de volver a creer que las cosas pueden salir bien, es tener esperanza, y hoy en día, que como dicen en Wall Street, el precio de la esperanza está por los suelos, tiene más valor que nunca.

Es por eso que hoy, éste que escribe, propone un brindis para estas Fiestas por todos aquellos valientes que han decidido dar ejemplo, por todos aquellos sabios que portan un estandarte por todos los rincones del mundo que reza “no hay nada más satisfactorio para un hombre que alguien diga de él que es un gran trabajador”. Y llegará el nuevo año y con ello nuevas despedidas, pero también nuevos proyectos y estaremos completamente renovados. Así que por ellos: brindo por cada campeón y cada campeona, por cada joven que nos ha mirado firmemente a los ojos y nos ha asegurado que nunca es tarde para ser quien queremos ser si tenemos valor y le ponemos esfuerzo.

Os deseo lo mejor para el 2013.

Aeropuertos_Diciembre

«Con todo, el capitán le había hablado muy bien de él, y le había contado que toda la gente del pueblo sabía que era muy trabajador. ¿Y no era ése el mejor elogio que se le podía hacer a un hombre?»

Diciembre de 2012, día 21, viernes.

7 de noviembre de 2012

Dramadicto.

Antes sólo quería olvidarte y ahora me entristece estar consiguiéndolo.

5 de agosto de 2012

Érase un domingo.

Los domingos son los días oficiales para echar de menos. Y así a lo largo de toda tu larga y rebosante de recuerdos vida. Eso es así. Los domingos son un sinsentido. Los domingos son para masoquistas. Se alimentan de la nostalgia, de los recuerdos, de los románticos, y no dan ardores, dan melancoligitis aguda.

A mí, como miembro de Melancólicos Anónimos, como campeón del mundo en lo que a echar de menos se refiere y como poseedor de dicho récord mundial, que lo bato día sí día también, los domingos me provocan alergia. Mucha. Los domingodio.

Hoy en día no me hace falta mirar un calendario ni pensar en ello para saber que estoy viviendo las 24, que parecen 48, horas de un asqueroso domingo. Mi cuerpo ya lo sabe, como diría el espiritualoide Paulo Coelho "todo mi organismo conspira para tocarme las narices los domingos". Mi biorritmo se pone de luto y ponte tú a estudiar o a vivir o a lo que sea que te apetezca y que hoy no vas a hacer porque no te sientes con ganas de nada. Estás eso, desganao'. Como mucho erosionas el techo de tu habitación con la mirada desde tu posición horizontal en la cama. Y da gracias, a veces sólo duermes y duermes, que al final te sale el domingo por la culata y te sienta ídem porque te tiras hasta las tantas de la madrugada domingueando, dícese de realizar todas las acciones típicas de domingo tales como picar entre horas por puro aburrimiento, escuchar música deprimente, leer mensajes antiguos, fotos antiguas, etc., etcétera, etc.

En definitiva, que me cago en los mierdomingos, como ellos en mí. 52 veces al año, unas 4160 hasta que muera o me mate un puto séptimo día.

Dios, descansó el séptimo día de la semana después de crear el mundo, así que tal vez la culpa, para variar, sea suya, que se tumbó en su trono hecho de nube, se puso a tocárselos a dos manos y ahora estamos pagando toda la humanidad a lo largo de generaciones y generaciones su pereza. Y encima los hay que van a misa para agradecérselo. Dios es el primer vago del universo, si es que, efectivamente, existe.

Escribo hoy esto porque el vigésimo octavo domingo del año 2012 me ha hecho enfadar. He escrito mucho sobre este odiado día y estoy intentando reunir todas las sensaciones aquí, en plan ‘Carta a los domingos’, y también he descubierto que no soy el único que exterminaría a todos los domingos del planeta, pero claro, si lo hiciéramos, los sábados serían los nuevos domingos y eso sí que no.

Así que sólo me queda esperar a que alguien me salve, a que alguien me rescate. Me ha secuestrado un domingo y quizá la única recompensa sea un buen café y una conversación interesante que me haga sentirme lunes renovado. De lo que estoy seguro es de que, para que alguien me salve de un domingo, tiene que ser alguien muy especial, no vale cualquiera.

Y no hay buenos domingos, hay buenas personas que hacen domingos agradables. Ésos son los domingos de manta y peli con la novia y aún de resaca o los domingos de charlas semifilosóficas, o no tan semis, sobre las cosas cotidianas de la vida o las surrealistas o las de sentirse identificado o las de dejarse de sentir raro porque alguien tiene el valor para contarlas. Con café y buena música. O con una Heineken. Lo que sea, lo que te guste, lo que te apetezca y te haga sentirte bien. Ésos son los buenos domingos, ésas son las buenas personas con las que compartir domingos, lunes, martes, miércoles y todos los días de tu vida. El resto de domingos, Prozac o tiro entre ceja y ceja.

Personalmente, me gustaría que alguien viniera y me matara el domingo. Me alegraría que alguien me follara un domingo. Me llenaría por dentro decirle a alguien "ven y sálvame el domingo" y que viniera y me lo salvara. Y a mí. Que alguien me dijera "quiero ser la que te salve el domingo". O ser yo el que te salve los domingos todos los días de tu vida o hasta que el próximo domingo nos separe.

atardecerlluvia

Domingo, 5 de agosto de 2012

13 de octubre de 2011

Domingos que no terminan del todo.

Y el domingo se hizo especial’’.

Por qué ella tiene la oportunidad de olvidarme en brazos de otros hombres.

No es justo. Ahora no.

Te deslizas como si fueras de viento y al contacto con mis dedos te desvanecieras’.

Lo intenté todo para que fuéramos felices.

Recuerdo que sopló la luna y era en pleno día y entre aquellas nubes vislumbraste la estrella polar…y algo más’.

Tuve que decir ‘adiós’, pero aún no me he despedido del todo.

Y sé que a veces piensas que estoy algo ido, pero nunca pierdo una sola oportunidad de admirar cómo…

te deslizas como si fueras de viento y al contacto con mis dedos te desvanecieras’.

2011-10-13 13.39.49 

13-10-2011

 

2 de octubre de 2011

Demanda de abrazos nocturnos.

Se echa de menos lo del calor de unos brazos en una noche como ésta. Otra vez.

dos

Mi peluche no sabe dar abrazos. Su piel no se excita al tacto de mis dedos cariñosos y juguetones. Joder, que no está vivo. Que no va a reaccionar a un beso. Que ni siquiera moverá un pelo cuando le susurre en el oído un te quiero. No le oiré hablar en sueños ni notaré esa patada justo antes de que se quede dormido. No me despertará en medio de la noche acurrucándose más fuerte a mí. No me dibujará una sonrisa en la oscuridad. Si acaso maquillará esta nostalgia melancólica, valga la redundancia, porque echar de menos siempre fue mi habilidad especial mientras estuvimos juntos, imagínate ahora. Era capaz de hacerlo en tiempo récord. Pero esta vez he matado al cronómetro.

Este relevo interminable.

Dónde se escondieron los clavos. Quién resucitó los recuerdos. Por qué me obligaste a olvidar.

Fuiste una desertora en una guerra que creí que ya casi habíamos ganado por fin. Juntos.

Ahora solamente espero que sea verdad eso de que una retirada a tiempo es una victoria. Una buena victoria. Una victoria agridulce.

pies

1 de octubre de 2011

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