12 de diciembre de 2012

Una visita al chaladólogo.

Aarón llevaba toda la tarde buscando en Internet las causas de sus síntomas y lo único que había conseguido era ponerse aún peor. Apagó el ordenador, cogió su gabardina del perchero tras la puerta de su habitación y salió con lo puesto y a toda prisa hacia la clínica más cercana.
 
—Mire, doctor—los largos minutos que pasó en la sala de espera, o al menos eso le pareció a él, le sirvieron para pensar en cómo exponer el problema al chaladólogo y para ponerle aún más nervioso si cabe—. Llevo unas semanas tremendamente preocupado porque me siento muy raro.
 
—Cuénteme—el de la bata blanca puso cara de resignación y comenzó a mirarle de soslayo porque ya sabía perfectamente cuál era el problema de ese tipo descuidado que había entrado en su consulta.
 
—Siempre he sido un poco peculiar emocionalmente, sobre todo los domingos, ya sabe, pero últimamente debe haberse acentuado mi sensibilidad porque echo de menos las discusiones de pareja. Puede sonarle extraño, pero es verdad. Echo de menos lo turbulento, el humor negro en medio de la situación. He probado a automedicarme con lo que me recetó el doctor Constelo para mi habilidad en echar de menos en tiempo récord hace un año aproximadamente y nada. No sé qué hacer.
 
—Mire, a usted lo que le pasa es tan simple como esto—se reclinó en su silla y entrecruzó los dedos de ambas manos sobre su regazo—. En cuanto le he visto entrar por la puerta le he calado. Lo que usted padece es un cuadro severo de melancogilitis nostálgica.
Aarón puso cara de cuadro al oír el nombre del otro cuadro, el suyo.
 
—Por lo que puedo deducir, se debe a que, pese a que lo intenta, ya que según veo en su historial le gustan el cine y la literatura, su vida está pasando por un momento de escasez. Escasez vital. Esto, unido a su síndrome de Diógenes, en concreto la rama emocional del mismo, más la dramadicción innata o masoquismo que aún no ha superado, ha provocado la aparición repentina de este cuadro en esta etapa de su vida que coincide con la habitual crisis existencial de los 20 años, que ha sido el factor desencadenante. Por cierto, no se automedique.
 
Como se había quedado en lo de "escasez vital", Aarón fue al grano y le preguntó:
 
—¿Y qué debo hacer para curarme?
 
Ah, la eterna pregunta. Para empezar lo que usted debería hacer es ser menos asocial, relacionarse, perder un poco la timidez. Luego, también debería aprender a quererse a sí mismo para luego poder amar a los demás. Y es importante que tenga en cuenta que es más importante la calidad que la cantidad. Lo dijo un sabio: no ame mucho, ame bien. Y empiece a ser responsable, que ya tiene usted una edad, hombre. Con un poco de esfuerzo le desaparecerá la crisis existencial. Y si encima tiene usted suerte, que la tiene, no se autocompadezca, tal vez conozca a una gran mujer por el camino.
 
Aarón se había quedado con todo. Había salido de la consulta totalmente renovado y esperanzado, y eso que odiaba los hospitales. Ahora que terminaba el día y el año se proponía metas (las promesas sólo las hacía si estaba seguro de que podía cumplirlas). Pero ya se sabe, las mejores metas se las propone uno antes de dormir y en vísperas de un nuevo año, y luego vaya usted a saber.
 
Fue entonces cuando pensó en el típico tópico "no dejes para mañana lo que puedas hacer hoy" y se le ocurrió que quizás, al momento de cambiar le pasaba exactamente lo mismo.

1 comentario:

Anónimo dijo...

"I need the Dramamine
To be as crazy as your scene
I know it's not a dream
Don't know what you're telling me?
It's like wasting everything
On someone else's dream"

Sebadoh (Dramamine)

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