11 de septiembre de 2012

La evolución del yo.

El otro día rebuscando en mi biblioteca descubrí 'Existir todavía' un recopilatorio de poemas de Mario Benedetti a sus 83 años y '20 poemas de amor y una canción desesperada' y decidí volver a leerlos después de tanto tiempo y al hacerlo me sentí recién desvirgado. Estrofas subrayadas ya no me decían nada; versos antaño ignorados ahora me taladraban el alma. Fue como cuando vi hace ya varios años 'Matrix' por tercera vez y comprendí muchas más cosas. Y estoy completamente seguro que hoy en día entendería otras muchas más. Y todo esto me hizo pensar.

Yo soy todos mis yos a lo largo de mi vida a la vez que yo soy varios yo en este preciso instante. Dentro de mí hay muchos Rubenes: el idealista, el pragmático, el cínico, el egoísta, el pasota, el sensible, el simpático y bromista, el introvertido. Así que, dicho esto, no sería raro pensar que cada vez que leemos el mismo libro o vemos la misma película o escuchamos la misma canción en diferentes momentos de nuestra vida captamos diferentes cosas porque somos otros, aunque seamos en esencia los mismos. Es como si el tiempo y las experiencias vividas nos dieran otra visión, otra perspectiva, otro enfoque, y ya no sólo tiempo, sino los propios sentimientos del momento, sobre todo con las canciones. Como el que va a una exposición de arte y tiene que alejarse para comprender la totalidad del cuadro.

Y después de todo esto las dos preguntas que lanzo al aire son éstas:

¿Cuándo se deja de ser diferente o de evolucionar? O mejor dicho: ¿durante la juventud es cuando más se “evoluciona" y por tanto se notan más los cambios en las diferentes lecturas, visiones o escuchas o esta constante renovación del yo dura siempre?

¿Debería volver a leer o ver esos libros y películas para descubrir qué nuevas cosas observo gracias a mi evolución del yo o es mejor que permanezca la magia o la decepción de la primera vez?

11-S-2012

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