20 de noviembre de 2012

Sin título: conversación de un día cualquiera entre una pareja sin nombre.

«Si el lector lo prefiere, puede considerar el libro como obra de ficción. Pero siempre cabe la posibilidad de que un libro de ficción arroje alguna luz sobre las cosas que fueron antes contadas como hechos»
 
—El caso es que uno tiene que hacer lo correcto simplemente porque es lo correcto, aunque a menudo lo correcto no sea lo mismo que lo justo.
 
En medio de la conversación te solté esto. Estábamos como muchas otras veces tumbados en tu cama después de haber visto una película en el salón. Cuando acabó la comentamos brevemente, nos besamos y, sin mediar palabra, decidimos trasladarnos a un lugar más cómodo. Era el previo, pero para variar me empecé a poner filósofo.
 
—¿Y qué diferencia hay?—me preguntaste.
 
—Lo correcto siempre está un paso por delante de lo justo.
 
—Mmm… —dudaste—. Yo siempre he pensado que la justicia era como algo máximo en la vida, como una especie de objetivo final.
 
—Yo pensaba lo mismo, pero anoche me dio por darle vueltas y llegué a la conclusión de que tiene más valor ser correcto que ser justo—aunque intentaba alternarlo con mirarte, lo normal era que, mientras hablaba, estuviera atravesando el techo de tu habitación para concentrarme mejor en lo que te decía.
 
—Ah.
 
Giré mi cabeza en la almohada hacia la derecha. Me mirabas sonriendo y te brillaban un montón los ojos. Los míos debían de ser un espejo.
 
—Te estoy aburriendo, ¿verdad?—me sentí un poco culpable.
 
—No, tonto—sonreíste—. Me gusta escuchar tus monólogos—y me diste un beso.
 
—Ya sabes que a veces soy un pesado, pero te quiero—reí avergonzado.
 
Me incorporé y me tumbé encima de ti apoyándome sobre los codos.
 
—Por ejemplo, para que lo entiendas—volví a la carga, pero sabiendo que había que finiquitar esto por hoy—. Si tú me dieras un beso como el de ahora y yo a ti no, estaría siendo injusto. Si por el contrario, te devuelvo ese beso, estaría siendo justo. Pero, y aquí viene la clave, lo bueno, escucha atentamente—me divertía mucho todo esto—. Si yo ahora te devolviera ese beso, te hiciera el amor como nunca te lo han hecho y mañana por la mañana, mientras aún duermes, te hiciera un capuccino con un croissant a la plancha con mantequilla y mermelada para despertarte cuando te lo llevara a la cama, estaría haciendo lo correcto.
 
Te empezaste a reír y en mis oídos creo que alguien empezó a bailar con el sonido de tu risa.
 
—Creo que te has desviado de la conversación y tus argumentos empiezan a flojear, pero me gusta—me seguiste el juego verbalmente y me volviste a besar—. No obstante, uno tiene que hacer lo correcto simplemente porque es lo correcto.
Y lo hice.
 
«Leí el último párrafo y luego levanté los ojos y busqué a la chica y se había marchado. Por lo menos que esté con un hombre que valga la pena, pensé. Pero me dio tristeza»
 
20/11/2012

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